jueves, 31 de marzo de 2011

Hola.
Mirad, esto es una gran cagada, lo sé. Pero me he quedado sin ideas, totalmente en blanco, y no sé cómo continuar mi historia.
¿Crearé un blog nuevo?
Sí. Pero con otra historia de la cual tenga tooooodo escrito. De principio a fin. Esta anterior, de Cas y de Dorian, era pasajera, supongo.
Me duele dejarla, era algo en lo que de verdad había puesto empeño. Pero he de abandonar por ahora. Si escribo de nuevo, en ese caso con algo mejor, os avisaré. Sofia tu serás la primeeeer!!
Un beso ;)

PD: gracias a todas aquellas que leyeron mi historia, os debo mucho. Por eso, gracias de todo corazón.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Capitulo 5.

Hicieron una fogata fuera, en el césped. Dorian había vivido mucho tiempo en la calle y sabía encender un buen fuego. Entre el río, la conversación, el quitarle la piel a los conejos, calentar el agua y un sinfín de distracciones, se había echo tarde y el sol se empezaba a ocultar; aunque aún había luz suficiente.
Cas echó un puñadito de sal y un poco del aceite de la botella en una cacerola que había encontrado en un armario, llena de agua casi hirviendo. Habían encontrado muchas cosas guardadas en cajones y armarios en la cocina. Todo tipo de cubiertos de madera y los restos de una vajilla vieja.
Cas removió con la cuchara el contenido de la cacerola y le echó un buen puñado de fideos. Cuando ya estaba echa ambos comieron con cucharas del recipiente. Después, Dorian pinchó trozos cortados de los conejos en unos palos y puso la carne en el fuego.
-No dirás que esto no es una barbacoa al más puro estilo americano.
Cas se rió y puso también su carne en el fuego.
-¿Cuándo nos iremos?
-En principio, mañana. Tengo un amigo no muy lejos de aquí, ángel también, que nos puede esconder durante un tiempo –contestó él-.
-Después bajaré al sótano a coger cosas que nos puedan hacer falta. Y mañana por la mañana nos vamos.
Dorian asintió y quitó su carne del fuego. Le dio un bocado y se relamió. Cas hizo lo mismo. La carne estaba realmente buena.
Después de esa comida-cena improvisada apagaron el fuego y se metieron en la casa. Aún no había anochecido del todo, eran las nueve de la noche en el móvil de Cas, y la chica decidió preparar las cosas para el día siguiente. Dorian la acompañó al sótano.
No encontraron nada útil que llevarse a parte de un espejo de mano que Cas se guardó en la mochila. En la cocina, sin embargo, cogieron cerillas, cuchillos afilados que pudieran servir, dos manteles que les pudieran hacer las veces de mantas, y una baraja de cartas que estaba guardada al fondo de un cajón, "por si nos aburrimos" dijo Dorian.
Después subieron a la habitación y sentados en el suelo jugaron un rato a las cartas con la luz de la luna que entraba por la ventana.
-He ganado otra vez –dijo Cas con aire triunfal-.
-Creo que no me has explicado bien el juego.
-Oh, si, pues claro qu elo he explicado bien. ¿Qué, no aguntas perder?
Dorian iba a soltar una respuesta cortante pero se calló, pues algo había golpeado el cristal de la ventana.

Capítulo 4.

Cuando Cas se levantó, no encontró a Dorian en la casa. No se había podido ir porque la furgoneta seguía escondida entre los matorrales de al lado de la casa. Por lo que la chica supuso que se había ido a echar un vistazo al bosque de alrededor.
Esa mañana hacía bastante frío. Miró la hora en su móvil, era la una de la tarde. Había dormido como un tronco y se había despertado bastante tarde. Fijándose en la rayita de la batería se dio cuenta de que tendría que ahorrarla, aún quedaban unos días para que volvieran a salir a comprar comida. Entonces podría ponerlo a cargar.
Investigando la planta de abajo encontró una pequeña habitación que tenía toda la pinta de ser la cocina. Había un pequeño horno. Sería muy útil tener gas y agua corriente, pero no debían dejar que nadie se diera cuenta de que aquella casa volvía a estar habitada. Además, ¿con qué dinero iban a pagar las facturas? Decidió que lo mejor sería ir a buscar agua a un riachuelo que les pilaba cerca, calentarla en una fogata (esperando que no se quemara la casa y el bosque por su culpa) y echarle algo de lo que hubiera comprado en el supermercado, que se reducía a sal y una botella de aceite, y a fideos. Lo justo para algo que no fueran patatas fritas.
Salió con un cubo que había encontrado en el sótano y se dirigió hacia el riachuelo. De entre los arbustos apareció Dorian, que llevaba unos conejos en la mano, llenos de sangre y alguno que otro desmembrado.
Cas, al verle, no pudo hacer otra cosa que vomitar.
-Cas. ¡Cas!
-¡Oh, que asco!, ¡¿cómo me has dejado ver eso?! –dijo Cas entre arcadas-.
Dorian los dejó dentro del cubo y caminó hacia ella.
-Cas, necesitábamos comida. No podemos alimentarnos a base de patatas fritas.
-¡Iba a hacer una maldita sopa, Dorian! ¡Una sopa! ¡No he salido al bosque como un animal a matar conejos!
-Cas, esto es sólo temporal, ¿recuerdas? Y encima por muy poco tiempo. He ido al pueblo de al lado y he llamado a un amigo; en uno o dos días nos marchamos de aquí y vamos a su casa, ¿de acuerdo?
Ella asintió, tenía lágrimas en los ojos.
-Eh, ¿qué te pasa? Tan sólo son dos conejos, Cas. No es para tanto.
-¿Qué no es para tanto? –no puedo más y estalló-. ¡¡¡Claro que es para tanto, Dorian!!! ¿Es que no te das cuenta? Hemos venido aquí sólo para un par de días; con una bolsa de patatas y unos fideos nos bastaba para comer. Pero no, ya has tenido que salir tú, heroicamente, a matar a un par de conejos con ese cuchillito que ni siquiera se de dónde ha salido –Dorian se guardó el cuchillo en el bolsillo-. ¿Y si alguien echa de menos esos conejos, eh? ¿Y si Los Cazadores nos encuentran? ¡¿Qué pasaría entonces?!
-Cas, cálmate. No me estás gritando por lo de los conejos, ¿verdad?
-En parte sí. Eran inocentes. Pero además, esto no está saliendo como yo pensaba. Tengo quince años y al escaparme de casa para venir aquí, pensé que todo iba a ser infinitamente más fácil, que todo iba a salir a pedir de boca. Pero me estoy quedando sin ideas y ya no sé qué hacer para que Los Cazadores me dejen en paz a mí y a lo que queda de mi familia -las lágrimas se le agolpaban en los ojos, pero no quería llorar delante de él-.
Cas se sentó en el suelo y Dorian la imitó. El chico le pasó el brazo por los hombros.
-Cas, sabes que Los Cazadores no te van a dejar en paz. Eres un ángel, y a ellos les han contratado los demonios para eliminarnos y así poder quedarse con todo esto que conocemos. Pero tú y yo, y todos los demás somos insignificantes. Deja a los de ahí arriba hacer su trabajo, y limítate a permanecer oculta. Si quieres yo estaré contigo, y si no, te dejaré y ya buscaré otro refugio. Pero debes de confiar en mi, debes de hacerlo porque si no, las cosas van a acabar mal.
Cas asintió y se echó a llorar.
-Necesito tener una garantía –dijo entre sollozos-. Necesito saber que las cosas me van a ir bien. Porque si no, para qué estoy aquí, ¿para ser perseguida por unos mercenarios que cazan ángeles? Y así hasta siempre; porque jamás moriré.
Dorian no contestó; sino que guió la cabeza de Cas hacia su hombro. La chica volvió a llorar. Cuando ya se calmó un poco se quedó así, apoyada en Dorian. Estaban sentados en la sombra de un árbol, y el cubo con esos conejos ensangrentados y muertos no estaba muy lejos.
-¿Te apetece que limpiemos el cubo y que vayamos al río a por agua? Tengo hambre.
Cas asintió y se levantó con ayuda de Dorian. Cuando ya estaban de pie, ella le abrazó un momento. Se separó, cogió el cubo, se lo pasó al chico y se adentró por un camino entre dos arbustos.
Ya en el riachuelo, Dorian colgó los conejos en una rama y ayudó a Cas a lavar el cubo.
-Dorian, ¿cuántos años tienes?
-¿Antes o después del Ritual?
-¿Ya has completado el Ritual?
-Sí, lo completé a los dieciocho, pero envejecí cinco años más. Es decir.que aparento veintitrés, pero en realidad tengo más de doscientos –hizo un rápido cálculo mental-. Doscientos veinticuatro.
Cas no se asombró mucho. El Ritual era algo por lo que pasaban todos los ángeles. Se dividía en cuatro fases: el Nacimiento, el Dolor, el Vuelo y la Ascensión. Esas cuatro fases no tenían un tiempo determinado, eso dependía de la capacidad de cada ángel para superarlas. El Nacimiento no consistía más que en nacer. El Dolor se experimentaba cuando las alas se abrían paso desde tu interior, atravesando tu espalda, hasta el exterior; cuando ya estaban fuera, debías de ser capaz de guardarlas otra vez dentro de ti. El Vuelo se empezaba cuando sacar y guardar las alas ya no te dolía; y consistía en practicar para poder volar bien. La Ascensión era una fase a la que mucha gente tardaba en llegar; todo dependía de cuánto tardaras en aprender a volar; subías al Cielo y allí el Tribunal Superior te evaluaba y te dejaba elegir entre vivir para siempre con la edad de ese momento (aunque a veces envejecías un poco), o en envejecer hasta morir. Los que decidían ser inmortales, no morían nunca a menos que fuera a manos de las armas especiales de Los Cazadores, y los que elegían envejecer solían hacerlo porque habían unidos sus vidas a un humano mortal.
Dorian la sacó de sus pensamientos:
-Supongo que tú aún no lo has completado, sólo tienes quince años.
-Ya casi estoy en la fase del Vuelo.
-¿Quién te va a enseñar a volar, Cas?
Ella se quedó en blanco. No se había percatado de que si dejaba a su padre nadie la enseñaría a volar.
-¿Tus padres son ángeles o son adoptivos?
-Mi madre era un ángel pero murió hace años, y mi padre lo es y aún vive. Pero me he escapado de casa para que Los Cazadores no se fijen tanto en nosotros. Dos ángeles con sus auras juntas llaman la atención, como estamos haciendo nosotros; pero no quería poner a mi padre en peligro por estar ocultándome. El sólo sabrá esconderse mejor que si tuviera que cargar conmigo. ¿Cuál es tu historia?
-Mis padres eran ángeles, pero Los Cazadores les mataron. Y desde hace bastante tiempo me oculto en casas de acogida, en bocas de metro, o en cualquier sitio donde pueda oencontrar cobijo.
La chica se quedó en silencio. No le apetecía hablar más de ángeles y rituales así que cambió de tema.
-Vamos a casa ya, por favor, me muero de hambre.

martes, 1 de marzo de 2011

Capítulo 3.

"Cas se ha ido, se ha ido." Ése era el único pensamiento que se repetía en su cabeza. Mike se había levantado por la mañana y no había encontrado a su hija; en su lugar había una nota sobre la almohada:
"Mike, no te preocupes. Sí, me he ido y no creo que vuelva pero lo hago por nuestro bien. Imagínate que me quedo aquí, en casa; Los Cazadores nos encontrarían enseguida ya que los cambios que estoy teniendo llaman bastante la atención. Si te hubieran encontrado, jamás me lo perdonaría. No te preocupes por mí, voy a estar bien. He encontrado un lugar donde dormir y estaré oculta, como tú me has enseñado. Tequiero Mike.
Casilda."


Mike, con las manos temblorosas, descolgó el teléfono y marcó el número de la única persona que le podría ayudar.

Capítulo 2.

Anochecía cuando se bajaron de la furgoneta. Delante se erguía una casa de dos plantas, medio derruida y carcomida por tantos años de abandono. Dorian miraba el edificio con cara de preocupación.
-Servirá por un tiempo –dijo Cas por toda respuesta-. Tampoco está tan mal. A ver, ya sé que no es una casa de lujo; pero algo es algo.
Dorian no dijo nada, simplemente se aventuró al interior de la casa y barrió con el pie algunas hojas secas y varios papeles viejos.
-¿Te atreves a mirar en el piso de arriba?
Cas subió uno a uno los peldaños, que crujían bajo sus pies. En la planta de arriba sólo había una especie de cuarto de baño y una habitación. Los únicos muebles que había en ese piso eran en el baño un váter y un lavabo, y en la habitación una vieja cómoda y una cama matrimonial desvencijada.
-Me pido el lado derecho –Dorian hablaba con extraña alegría en su voz..
Cas se sonrojó. Tan sólo conocía a ese chico de hacía unas horas y ya iban a dormir en la misma cama. "Menudo paso más grande". Pensó con cierta ironía.
Oyó un grito desde la planta de abajo:
-¡Eh, Cas, si tenemos sótano y todo! ¿Te vienes a ver que hay?
"¿Cómo ha bajado tan deprisa?" Pensó. Cas bajó al piso de abajo y se encontró con que Dorian había abierto un puerta desde la que descendían unas escaleras estrechas y empinadas.
-¿Seguro que vas a bajar por ahí?
-Hombre, pues claro –la agarró de la mano y la condujo escaleras abajo-. Que oscuro está esto.
-¡Ay! ¡Qué codazo me has dado Dorian!
-Lo siento –sonó un clic-. Ya está, luces encendidas.
Más que luces, lo que colgaba del techo era una sola bombilla. Era extraño que no estuviera fundida. A Cas se le ocurrió que quizá hace no mucho tiempo hubiera vivido alguien allí. Esa idea la hizo estremecerse.
Aún cogidos de la mano, recorrieron el sótano. Estaba lleno de objetos y muebles cubiertos de sábanas blancas, lo que les daba un aspecto fantasmal. Olía a moho y a madera vieja, y hacía un poco de frío; más que arriba.
Dorian empezó a quitar las sábanas y de debajo salieron un montón de muebles; un espejo de marco de madera, un arcón, un baúl, una bañera antigua; y muchísimos muebles más que no encajaban mucho entre sí.
Cas cogió el espejo.
-Ayúdame a subirlo arriba.
Cuando lo colocaron en la habitación, el espejo les devolvió su imagen. El cabello castaño de Cas estaba enredado, y su camiseta tenía un pequeño roto en el codo; seguramente se habría rozado con la pared llena de astillas. Se acercó más al espejo. Unos ojos marrones la devolvieron la mirada. Se colocó un poco la camiseta y se dirigió a su mochila. Sacó una bolsa de patatas fritas.
-¿Te apetece cenar Dorian?
Por toda respuesta el cogió la bolsa y la abrió. Se sentó en el alféizar de la ventana y empezó a comer. Cas se le acercó y también cogió otra patata.
-¿Crees que Los Cazadores nos descubrirán?
-Creo que no, pero de todas formas no podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Tengo un amigo en la cuidad, él nos puede dar refugio cuando éste no nos sirva.
Se quedaron contemplando el bosque maltrecho que se veía desde la ventana durante un rato. Después Cas, rompiendo el silencio, dijo:
-Me voy a dormir, hasta mañana.

sábado, 26 de febrero de 2011

Capitulo 1.

Con los doscientos euros que le había cogido a Mike, no tuvo ningún problema para pagar un autobús que la dejase a las afueras del pueblo. Con su móvil y el cargador, y con algo de ropa de más metidos en la mochila, echó a andar desde la parada de autobús, que la había dejado un poco más cerca de su destino.
Habían sido cuatro horas de viaje, pero al menos eso la aseguraba dejar fuera de peligro a Mike. Mike era su padre, pero ella no le llamaba papá, le llamaba por su nombre de pila, en realidad se llamaba Miguel. Su madre había muerto unos años atrás y él desde entonces la había enseñado a aprovechar su don. “No todos son como tú y yo” decía demasiadas veces.
Su don no le parecía muy especial, vale, era realmente guay; pero en ocasiones era muy incómodo. Y sobretodo, era un secreto absoluto. Era tal el secretismo que ella no hablaba mucho con nadie, y se la consideraba un poco rarita en el pueblo.
Entró en un supermercado pequeño que había en una gasolinera. Cogió lo necesario para poder comer durante una semana y al dirigirse a la caja se fijó en el cajero. Un chico un poco más mayor que ella que le dirigió una sonrisa pícara. Al ir a pagar éste la preguntó:
-¿Pagas con un billete de cien euros?
¡Mierda, me han pillado! Pensó.
-Eeeem…Sí, es que no tenía más pequeños -puso su mirada de inocente-. No tenía suelto en casa…
-Necesito que me des tu DNI, por motivos de seguridad.
No le sonó muy convincente, pero prefería no llamar la atención. Rebuscó en su mochila. No lo encontraba.
-Si no lo tienes, lo siento. Tendrías que acompañarme. Has pagado con un billete muy grande y como podría ser robado –el chico la miró evaluando si tenía pinta de carterista, al menos eso le parecía a ella-, tengo que tener tus datos. ¿Eres mayor o menor de edad?
-Menor, pero no he robado este billete.
-Lo siento, son las normas. Por favor, sígueme.
La llevó  a la trastienda y, de repente, la acorraló contra la pared. Con una mirada furibunda la dijo:
-Sé lo que eres, eres un demonio.
Ella se consiguió zafar de él.
-¡Pero qué dices loco! ¡Eres tú el demonio!
Se miraron fijamente durante unos cuantos segundos. Mike la había enseñado a evaluar el aura de una persona con la mirada. Tanto demonios como ángeles tenían el aura del mismo color, suena extraño pero es así. Era de un tono plateado, aunque la de los demonios quizá tiraba más hacia el gris, pero aún así eran muy difíciles de distinguir.
En cuanto había entrado al supermercado, se había fijado en el aura del chico. Le miró de arriba abajo. Sí, tenía pinta de ambas cosas. Hombros fuertes, espalda ancha. Su rostro llamaba la atención; tenía el pelo negro como el carbón, pero la piel clara y los ojos verdes. Ella aún intentaba evaluar si era ángel o demonio. La diferencia entre las dos auras era pequeña.
-No –dijo él-. Te equivocas.
-Así que eres un ángel, como yo.
Él pareció relajarse un tanto. Destensó un poco las facciones.
-Sí, eso parece.
-Oye, mira, necesito de verdad comprar lo que he cogido así que si me cobras como un cajero normal y corriente, pues mucho mejor.
Él no la hizo caso.
-¿Huyes de Los Cazadores?
-Sí, pero tengo refugio.
-¿Dónde?
-¿Por qué lo preguntas?
-Porque estoy buscando un lugar donde esconderme.
-He encontrado una casa abandonada en las afueras, entre el bosque y el pueblo de al lado. No es nada especial, pero sirve. Eeem… si quieres puedes refugiarte allí, sólo estoy yo. ¿Tienes coche? Hay un buen tramo de carretera hasta allí.
El chico señalo una vieja furgoneta de obra blanca.
-Acepto –la miró amistosamente-. Me llamo Dorian.
Con tanto trajín ni siquiera se habían dicho los nombres.
-Yo Casilda, Cas.

Prólogo.

17-11-2010
Querido diario:
Hoy ha vuelto a pasar, pero nadie me ha visto. Se han desplegado con esfuerzo, pero ésta vez no me ha dolido tanto como otros días. Cada vez las controlo menos, y tengo miedo de que un día, alguien descubra mi secreto y me quiera encerrar en un laboratorio para abrirme e investigarme y no sé qué. Mike ya me avisó de que esto podría pasar, pero pensé que aún me quedaba más tiempo.
He decidido irme de aquí. Para no ponerle en peligro, y que a Los Cazadores les cueste más encontrarme. He descubierto una vieja casa abandonada, en la frontera que hay entre el bosque y el pueblo de al lado. Así que hoy me voy, por la noche, y no creo que regrese. No quiero que nadie sufra daños.
No te preocupes, le he dejado una nota a Mike avisándole de que le he cogido “prestados” doscientos euros de su cartera. Sé que es mucho, pero así podré comprar algo en algún supermercado y empezar más o menos a vivir. Luego ya me buscaré un trabajo y seguiré a delante. Adiós.